El petate, más que una cama, un artefacto con profundo simbolismo

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Desde la clásica novela Pedro Páramo, hasta en los relatos de las abuelas de la clase popular, el petate es uno de esos artefactos que guardan un profundo simbolismo.

Aunque su uso es básicamente el de una cama, el petate también tiene otras funciones. Por ejemplo, para la cultura zapoteca es un elemento importante de su ciclo vital. Para ellos, el petate es el lugar donde se alumbra y donde las mujeres se arrodillan reverencialmente para moler el maíz. También es el lugar místico de los sueños, el altar donde los novios reciben bendiciones y también sirve como mortaja.

En la sierra de Oaxaca esta artesanía es un símbolo de estatus social. Si una familia posee una gran cantidad de petates, se entiende que su vida es próspera y que en ese hogar no se padece hambre.

Por otra parte, cuando un joven pretende comprometerse, el medio para demostrar su capacidad de solventar un hogar es poseer un nuevo petate, sustituyendo el que sus padres le regalaron.

La palabra petate proviene del náhuatl petatl y es un tapete o estera hecho de fibras de palma trenzadas. Para los antiguos habitantes del Anáhuac este objeto tenía tanto valor, que sólo los gobernantes podían sentarse en el icpalli, tronos hechos de esterilla.

El petate es un símbolo de la unión de la vida y la muerte, de ello que también fuera el lugar donde los pueblos prehispánicos ponían sus altares. Su sencillez resguarda fiestas, nacimientos y también es el nido de donde los cuerpos se juntan.

Hasta hace poco esta alfombra de cestería estaba presente en casi todos los hogares, especialmente en los de la clase popular. Sin embargo, el petate sigue estando presente en la memoria de los mexicanos como un símbolo del destino, de ese en el que se nace, se muere y se lleva por el mundo.

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